quarta-feira, 22 de agosto de 2012

Sobre milagros.

He pasado el mejor año de mi vida allí, contigo. Un año brillante y difícil, a su manera. Un año glorioso, porque lo pasé contigo.

Ahora estoy cayendo de que estoy aquí y no volveré a tenerlo. Cuando me fui, era como si fuera todo una gran broma y pronto volvería. Nos reírimos y iríamos a ver Castle acurrucadas en el sillón, tú quejándose mientras yo lentamente me tiraría sobre ti. Me ducharía después, y para entonces ya estarías acostada, y yo me sentaría a tu lado y te rascaría la cabeza y te contaría un cuento, o te preguntaría si quieres que te cante, ya que en el inicio del año dijiste que no canto bien. Tu gruñirías en respuesta, algo que aprendí que significa "si quieres..."

La última noche no gruñiste. Dijiste que te gusta oírme cantar. Dijiste "quiero". Era todo lo que quería haber oído en todo el año. Ha merecido la pena.

Dijiste que no sabía lo que te pasaría si no estuviera allí contigo en ese año. Que fue tan difícil y que yo era tu apoyo. Que siempre habías querido tener una hermana. Dijiste que quería que yo estiviera allí contigo más este año, que será igual de difícil. Dijiste que no me fuera. Te dije que no quería irme.

Pensaba que para ti sería más difícil, pero ya no sé. He pasado todo el día hablando contigo en el msn. Y cuando mencionaste que te ibas a acostar, me entró el desespero. Estoy sola en esta casa enorme, lejos de todo lo que podría distraerme y de todos mis amigos. Otra vez.

Se me había olvidado lo sofocante que puede ser esta casa. Es maravillosa, pero es como una prisión. Aquí me consumía el aburrimiento y la soledad. Se me había olvidado el significado de la soledad.

Se me había olvidado la diferencia horaria. Pensaba que sería más dificil para ti, pero mientras das adiós para acostarte, yo aún tengo horas despierta. Horas en las que te echo de menos más que nunca. Horas en las que lloro de saudade. Cuando te vas, tengo aún toda la noche para asombrarme con los recuerdos.

Te dije que no sufrieras. Te rogué que sonrieras. Te instruí que te rieras de nuestros momentos juntos, de nuestras tonterías, y que recordaras con alegría nuestro año como hermanas. Te prometí estar siempre cerca, trabajar mucho para ahorrar y poder verte siempre. En cambio, te hice prometer que no te entregarías. Que serías fuerte y que lucharías. Que seguirías tus sueños con determinación y que no dejarías la melancolía ganarte el alma otra vez, porque ya no podría estar allí para abrazarte y asustarla. Que cuidarías de ti porque yo no podría cuidarte más.

Pero se me olvidó decirme lo mismo. No tengo miedo, pero el camino es difícil y solitario. Tú también has sido mi luz. Y ahora no estoy más allí, y no te tengo más cerca, y duele, nena, duele tanto, duele de una manera que sólo tú sabría cual es.

Un amigo dijo que estoy enamorada. Es cierto. Un enamoramiento sin pasión ni deseo, apenas corazón. Un amor platónico; pero ¿quién dijo que no es igual de poderoso? Eres la amistad más poderosa que ya he tenido jamás, y sólo por haber pasado por eso merece la pena estar vivo.

Antes de partir, acurrucada en el suelo en la oscuridad y apoyada al sillón donde estabas, te conté uno de mis mayores secretos, uno que nunca había tenido el valor de decir en voz alta, intentando camuflarlo como un sueño. Probablemente no lo recuerdas, bien te conozco; no pasa nada. El secreto vuelve a su hibernación, roncando levemente a veces, pero por lo menos pude decirlo. Y todas las veces que venga a asombrarme puedo pensar "bueno, se lo dije una vez. No estoy sola. No vales nada" y el secreto puede encogerse otra vez, y tornarse cada vez menor, y tener menos poder si llega otro momento en que estoy delante del abismo.

Y pensar que nos conocemos por pura casualidad. Siete billones de personas en el mundo, y a ti te encuentro. Tú, persona ordinaria y común, me has salvado la vida. Como un manantial en el desierto, me has dado ánimo cuando sentía no poder más. Inconscientemente debo haber visto las señales, porque me agarré a ti con todas las fuerzas, y ha merecido la pena.

Y yo, la escéptica, miro hacia atrás maravillada como los engrenajes han girado en el punto clave, como ha sido conveniente, pero como se encaja como en un puzzle. Y empecé a creer en Dios. No hubo parafernalias ni rayos de luz, pero cada vez que lo pienso creo que ha sido un milagro. Tú, persona normal y imperfecta, has sido instrumento y me has alumbrado. No te has ido. Te has quedado.

No me veo digna de haber hecho lo mismo. Pero si hice un poco que sea, apenas una fracción, ya es suficiente. Somos apenas humanas. Pero lo mucho que un simple humano puede hacer por otro es increíble. Y nosotras, perdidas en la nada del Multiverso con una existencia ínfima, nos queremos y hicimos más que el Multiverso inerte jamás podría hacer con todo su poder.

Los últimos años me hicieron pensar en bendiciones. No nací con estrella, nací estrellada - llena, llena de estrellas. La suerte - o las bendiciones - están para ser disfrutadas y ser gratos, aunque no sepamos hacia qué. Y si paramos para pensar, siempre tenemos una estrella.

"Quando o pouco de bom rarear e a vida for escura e ruim, nunca é tarde pra lembrar que o sol está dentro de mim". Siempre tenemos una estrella, mismo que las lejanas se apaguen. Y podemos ser estrellas. Sólo tenemos que saber ver.

Mi amol, sólo quiero que sepas que estaré aquí. Que quiero que estés aquí. Que quiero que vengas a verme también, algún día, para poder intentar hacer la mitad de todo lo que has hecho por mí. Quiero que sepas que te quiero. Sé que lo sabes, pero quiero que lo sepas siempre, lo más frecuentemente posible, como una pareja que todos los días susurra que se ama antes de salir de casa. No somos una pareja, pero hay urgencia igual. Si mañana llega el fin del mundo sabremos que nos queremos, y eso es importante, aunque nadie sabe el porqué.

Te quiero, y eso debe ser suficiente de momento. Tiene que ser suficiente de momento. Pero la vida, linda, es larga. Encontraremos un camino. Y estamos aquí. Estamos luchando. Estaremos aquí siempre. Lucharemos y viviremos y seremos felices y comeremos perdices y nos cuidaremos de nosotras mismas por nosotras mismas, por nuestros queridos y la una por la otra. Estaremos bien. No estaremos lo mejor posible; estaremos bien, porque conocemos el amor y somos correspondidas, independente de jamás conocer el amor romántico, el amor materno o tantos otros que existen en el mundo mortal. Independente del dolor, de la distancia y de la muerte, que llegará algún día.

Mi corazón duele como si estuviera magullado. Pero a pesar de eso, sé que es proporcional a la alegría que hemos vivido con tantas ganas todos los días que pasamos juntas, y por eso doy la bienvenida a la tristeza. La tristeza y la saudade son las marcas del amor. Y eso, cariño mío, es más valioso que cualquier cosa que jamás haya conocido.

He pasado todo un año allí contigo. El mejor año de mi vida, hasta ahora. Uno de los mejores, siempre. Un año glorioso, porque lo pasé contigo.

Y sonrío. Tenemos la eternidad por delante. Y será brillante. Siempre.